Una tarde, que estaba jugando a los tazos en el parque empezó a oír chispazos:
¡zas! ¡zas! ¡zas!
Se metió entre las matas para saber qué era aquel ruido. No conseguía saberlo porque allí no veía nada. Sin embargo el ruido seguía y seguía.
Juanín, que era bajito pero muy curioso se agachó y se cayó en un agujero. Cuando abrió los ojos se encontró dentro de un huerto, entre lechuguitas, tomatitos y fresitas. Olían tan bien que le entraron ganas de probarlas. Probó un tomate y creció un palmo. Comió una lechuga y se le estiraron los brazos. Comió de un bocado una fresa y le crecieron las piernas.
Juanín ya no era pequeño. Había crecido con la fruta y verdura. Pero ahora no podía salir por el agujero por el que había entrado. Empezó a llorar y llorar y sus lágrimas se convirtieron en un río muy grande. Siguió el río y al final encontró una escalera por la que subió y apareció de nuevo en el parque.
Vio a sus amigos del cole y les dijo:
- Chicos, ya no soy Juanín el pequeñín, ahora soy Juanote el grandote.
Desde ese día ya no se rieron más de él.
Luis Martínez Orts
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